Caprichos y secretos de la infancia. Capítulo 20

Despedidas

Un rato después de ver la foto, decido irme a la cama a descansar. Dejo a Pepe terminando de ver el partido.

Ya en la cama, no puedo dejar de dar vueltas al tema de la foto. No saco nada en claro y decido que lo mejor es tratar de dormirme.

Al día siguiente, Pepe y yo no hacemos nada en especial. Pasamos gran parte de la mañana viendo la televisión y haciendo el tonto.

Ya por la tarde, le acompaño a la Estación de autobuses y, antes de entrar en el bus, me da un sobre.

-¿Qué significa esto?

-Ábrele en casa.

-No te entiendo.

-Pitufa, hazme caso.

Nos damos un abrazo y me promete no dejar de dar señales de vida. Le sonrío y observo cómo entra en el bus.

Emprendo el camino hacia mi casa y, de mientras, decido llamar a Ángel para que me explique el contenido de la foto que Rodrigo me ha pasado ayer por la noche. Mientras busco su número, intento tranquilizarme para no montarle un numerito cuando me responda, si es que lo hace, a la llamada. Responde casi instantáneo, como si estuviese esperando mi llamada. Le pido explicaciones por la foto en la que él y Martina se están besando.

-¿Se puede saber quién te ha pasado ese montaje?

-Primero me lo explicas, y luego hablamos de eso.

-La única explicación es que es un montaje hecho por una persona que odia nuestra relación.

-No te creo.

Intenta explicarme que no se ha enrollado con Martina y que yo soy la única persona de la que está locamente enamorado. Le cuelgo y me voy para mi casa.

Nada más llegar a mi calle, veo a Rodrigo apoyado en su coche.

-Se nota que has llorado –comenta-. ¿Qué ha pasado?

-Cosas mías, no te preocupes.

Me da un abrazo y subimos a mi casa. Ponemos la televisión, pero no la vemos, ya que Rodrigo toma la iniciativa y terminamos tumbados en el sofá, el encima de mí, enrollándonos. Esa escena me recuerda a las vividas con Ángel en su casa, y tarto de pararlo.

-No es buena idea que sigamos –comento tratando de que Rodrigo me suelte.

-¿Por qué?

-Sabes lo que pienso de nuestra relación. Además, sé que lo nuestro no va a tener futuro.

-Nuestra relación tendrá el futuro que ambos queramos que tenga.

Seguimos enrollándonos a pesar de mi negativa. De pronto, empieza mi móvil a sonar. Descubro que es mi hermana y, a pesar de que Rodrigo me pide que no le coja, decido responder la llamada.

Cecilia me pregunta por mi fin de semana y comento que no ha estado nada mal, pero que no me pilla en un buen momento para hablar.

-¿Hay alguien en tu casa que no quieres que se entere?

-Sí. Ya te llamo mañana a la hora de comer y te cuento todo más tranquilamente, si es que me pillas bien.

La cuelgo. Rodrigo me mira con cara de pocos amigos y le digo que la llamada era importante, ya que, si no acepto la llamada de mi hermana, va a insistir hasta que se le coja.  Le pongo morritos y me cuenta que, por ser yo, me lo perdona.

Al cabo de un rato, hacemos algo de cena y me comenta que no puede, ni quiere, olvidar todas las cosas que nos han pasado desde que tenemos cierta relación. Se va de mi casa pocos minutos después y, cuando llega a la suya, recibo un mensaje suyo. “Te quiero, peque, y, aunque no estés conmigo, quiero que seas feliz”. Sin quererlo, empiezo a sonreír como una tonta.

A pesar de lo que, tanto Celia como Ángel me quieren hacer creer, Rodrigo es buena gente, tanto dentro como fuera de la empresa. Sé que lo que siento por Ángel es algo que no se puede describir, pero, ¿y Rodrigo? ¿Qué siento por él? Conmigo se ha portado como un amigo, como alguien en quien puedo confiar. Sé que he cometido ciertos errores al enrollarme con él, y más después de haberlo hecho con Ángel, pero, ¿qué puedo hacer? ¿Decirle que, si no quiero estar con él, es porque Ángel se está convirtiendo, por así decirlo, en mi droga diaria?

Me voy relativamente tarde a la cama, ya que pienso en las cosas que estoy viviendo allí, en esta nueva ciudad. Sé que todo acto tiene sus consecuencias, y los míos las tendrán. Con lo que hago, haré daño a gente que me rodea y, aunque mi conciencia me pide que pare, el corazón no quiere que deje lo que he empezado y, como dice Pepe, “deja que actúe él, a veces manda más que la razón”.

Al día siguiente, lunes, me levanto a la misma hora que siempre para ir a trabajar y, tras ir al salón, veo que no he leído el sobre que me dio ayer Pepe. Lo abro después de ducharme, mientras se prepara el café y se enciende el portátil –quería leer el blog de Rodrigo.

En la carta, Pepe me pide que sea feliz y que luche por lo que quiero, al igual que he hecho desde que me conoce. Le mando un mensaje en el que le prometo que haré caso a lo que me ha pedido en la carta.

Tecleo la dirección del blog de Rodrigo para ver sus últimas novedades. Reconoce que se está dando cuenta de que la chica por la que está pillado, empieza a hacerle caso y dice que no se arrepiente de todo lo que está haciendo por ella. A pesar de todo, él sabe que, cueste lo que cueste, su chica, como la nombra en ocasiones, será feliz a su lado.

Comento, como de costumbre, diciendo que no se haga muchas ilusiones con ella, porque igual la chica pretende jugar con sus sentimientos.

Cinco minutos después, salgo de casa en dirección al tren. Reconozco que no me apetece cruzarme con Martina, puesto que sé que, si el contenido de la foto es cierto, me va a restregar, con mucha frecuencia, lo que ha hecho.

¿Quién ha hecho ese montaje? Si no es montaje, ¿por qué Rodrigo tiene la foto? Las dudas me siguen invadiendo, y cada vez de manera más frecuente.

Acerca de Elena Ramos.

Estudiante amante de la lectura y la escritura.
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