Una luz al final del túnel

“Si alguna vez preguntas el porqué, no sabré decirte la razón”.

Esa melodía ronda en mi cabeza desde que me dieron la noticia ayer por la noche. Te has ido. Pero esta vez para no volver.

Puede que no haya sido la mejor, que no te haya hecho caso en ciertos momentos, que te haya decepcionado. Pero te diré una cosa, y te lo digo desde lo más profundo de mi corazón, tú eres lo mejor que he tenido en la vida.

Tú me has criado de la mejor manera posible, me has educado a tu manera, me has convertido en lo que hoy soy, esa joven de 18 años que te acaba de perder.

Acabo de llegar a casa, pero ésta se me hace enorme sin ti. Echo de menos que estés viendo la tele, que me saludes con un beso en la frente. Resumiendo, te echo de menos a ti.

De pronto, alguien llama a la puerta. Me asomo a la mirilla y veo que es ella, la mejor vecina del mundo, la que me ha cuidado como la hija que nunca tuvo. Nada más abrir la puerta, me echo a sus brazos.

-Hola pequeña, ¿qué tal?

-Una sensación la mar de extraña me invade.

-No quiero verte así. Ni por nada ni por nadie. ¿Vale?

-Tata, le acabo de perder. Se ha ido el pilar de mi vida. No puedo evitar echarme a llorar sabiendo que no va a volver.

-Ven conmigo a casa. Allí vas a estar mejor.

Camino de su mano hasta su casa. Allí, me acaricia la cara y me seca las lágrimas. Tras terminar, me pregunta si quiero algo para cenar. Digo que no me apetece nada, que el nudo que tengo en el estómago me impide ingerir ningún tipo de alimento.

Se sienta al lado mío en el sofá y me acurruco entre sus brazos, esos brazos que tantos abrazos me han dado.

-Has de comer algo, te vendrá bien.

-Tata, no tengo hambre. Estoy convencida de que irá fuera.

-¡Qué cabezona eres cuando te lo propones! Pero bueno, no seré yo quien te obligue a comer algo.

-Gracias por ser como eres. Eres como la madre que nunca he tenido.

-Ella está dispuesta a recuperarte, y lo sabes.

-Tata, yo no quiero irme con ella. Me quiero quedar aquí, con Adrián, con Ángel y contigo.

-No sé si será posible, pero estaré a tu lado, como siempre.

-Te quiero, Tata.

Al poco rato, llega Adrián y, según me ve, viene a darme un abrazo. Me pide que no llore, que van a estar conmigo para lo que necesite. Tras esto, me voy a la cama que me han preparado entre los dos. Al poco rato, Adrián entra sigiloso. Le digo que no se preocupe, que haga el ruido que necesite porque sigo despierta.

-Ya me ha dicho mi madre que te quieres quedar aquí.

-Sí. Sé que aquí estaré bien. Sois parte de mi familia.

-Cambiando de tema, ¿has pensado lo que vas a hacer con Sergio?

-No estoy para pensar demasiado. Además, llevamos varios días sin hablar.

-¿He de preocuparme?

-Simplemente, no es capaz de asumir la realidad. Aunque es cierto que yo tampoco soy capaz de verle como ese hermano que tanto he estado buscando.

Me da un abrazo, y me pide que no me preocupe por nada, porque sabe que todo pasará. Comento que no estoy del todo segura, puesto que nada volverá a ser como antes. Me da otro abrazo, esta vez más fuerte, y me asegura que le voy a tener para todo lo que necesite.

-¿Ya te han llamado de Madrid?

-No, todavía no. Pero el plazo de preinscripción termina esta semana.

-¿De verdad quieres irte de aquí? Porque no te veo del todo convencida.

-No es que me entusiasme la idea, pero un cambio de aires no me vendrá mal.

-Es por todo el tema de haber encontrado a tu madre y tu hermano, ¿cierto?

-En cierto modo, sí. Reconozco que lo que me está pasando ha sido el detonante para que me decida a ir allí, si es que me admiten.

-Seguro que sí.

Nos metemos cada uno en nuestra cama, pero yo sigo dándole vueltas al tema de Sergio. Cada vez tengo más claro que no me entusiasma saber que él, esa persona que me ha hecho feliz durante este año y medio y con la que había hecho mogollón de planes de futuro, sea el hermano del que mi padre tanto me habló. Mientras le estoy dando vueltas a todo, me quedo dormida.

De pronto, me encuentro contigo. Vienes de trabajar y me das ese beso que me vienes dando desde que tengo uso de razón. Tras ambos ponernos a comer, te cuento que he recibido una llamada al teléfono en el que me daban la buena noticia de que estoy admitida en la carrera de Periodismo, el sueño que siempre he tenido.

Me despierto sobresaltada, y descubro que estoy en casa de la vecina y que acabo de tener un sueño. Cojo el móvil para mirar la hora que es y descubro que solo son las dos y media de la madrugada. Sigilosa, me levanto a la cocina a beber un vaso de agua. Vuelvo a la cama, para tratar de conciliar de nuevo el sueño. Tardo un rato en hacerlo, puesto que tengo miedo de volver a soñar con mi padre. Adrián se da cuenta de que estoy despierta y me propone que me meta en su cama. De primeras no acepto, alegando que necesito mi espacio para dormir tranquila. Adrián se pone un poco insistente y me dice que es lo mejor, que, a su lado, podré dormir algo más tranquila.

-¿Por qué se ha tenido que ir ahora? Era consciente de que le necesitaba a mi lado.

-Mi pequeña, piensa que estará en un lugar mejor. Venga, acurrúcate en mis brazos y duerme un rato.

-No puedo, tengo miedo de que ese sueño vuelva a mí.

-No has de tener miedo estando a mi lado.

Me aovillo de la mejor manera que puedo y, al final, Morfeo me acoge entre sus brazos. Me despierta “Pan y Mantequilla” de Efecto Pasillo, canción procedente del móvil de Adrián. Como me ve un tanto perezosa, me empieza a hacer cosquillas para animarme un poco.

-No empieces, que sabes que no me gusta.

-Has de ser fuerte.

+Sabes que no es tan fácil.

-Yo voy a estar a tu lado, no lo dudes.

-No sé cómo agradecerte todo lo que haces por mí. Quedan pocas personas como tú.

-Conseguirás que me sonroje. Además, la que tiene hoy que sonreír eres tú.

Me levanto de la cama y le doy un abrazo de esos improvisados, a pesar de que, mientras se le estoy dando, no puedo evitar echarme a llorar. De pronto, entra mi Tata.

-Buenos días, chicos, venía a despertaros, pero veo que ya estáis en pie.

-Eso parece, Tata.

-Mi niña, ¿no crees que deberías pasarte por casa a cambiarte de ropa?

-Ahora mismo voy, aunque quiero ir sola. Sé que me va a costar estar ahí sabiendo que él no está, pero bueno, cuanto antes me acostumbre a estar sola, mejor.

Con la misma, me dirijo a mi casa. Me pego una ducha rápida y, con la toalla por el cuerpo, abro el armario sin saber qué ponerme. Combino varios modelos de ropa y, como tardo demasiado, alguien llama a la puerta. Veo que es Adrián y le abro.

-¿Todavía estás así?

-No sé qué ropa ponerme. ¿Me ayudas a elegir?

-Vale. Si te soy sincera, estás guapa hasta con un saco de patatas.

-Embustero. Con comentarios así, no me ayudas.

Tardo todavía un par de minutos en decidir la ropa que voy a llevar puesta. Tras comprobar que llevo todo lo necesario en el bolso, empieza a sonar mi móvil. Miro quién me ha mandado un mensaje y veo que es de Sergio. “Siento mucho lo de papá. Luego iré a verte y darte un abrazo. Te quiero, pequeña”. Adrián pregunta quién me ha mandado el mensaje, puesto que mi cara denota sorpresa.

-Es de Sergio. La verdad es que no me le esperaba.

-Si no es mucha indiscreción, ¿qué te ha puesto?

-Compruébalo tú mismo.

-Es igual de adorable que tú. En ese sentido, sois iguales.

-¡Qué gracioso! Si fuese adorable, me habría estado apoyando desde que ambos nos hemos enterado de nuestra verdadera relación.

Me da un abrazo y me hace cosquillas. Le doy otro manotazo y le amenazo con pasar de él si sigue haciéndome cosquillas. Salimos en dirección al depósito, con la intención de recibir el pésame de aquellos que no han ido el día anterior.

Tras montarnos en el coche, mi móvil empieza a sonar. Es una llamada de un número que no conozco, pero, como estoy esperando la llamada de Madrid, decido cogerle.

-¿Emma González?

-Sí… Soy yo.

-Mire, le llamamos de la Universidad Complutense de Madrid. Queremos informarle de que ha sido admitida en el Grado Universitario de Periodismo. ¿Sigue interesada en la carrera?

-S-Sí. ¿Cuándo tengo que ir a formalizar la matrícula?

-Tiene de plazo hasta el lunes para hacer el ingreso de la primera parte de la matrícula, por lo que no hace falta que viaje hasta aquí.

Nada más colgar, se me saltan las lágrimas, pero esta vez es de felicidad. Adrián me pregunta qué me pasa, aunque de primeras no me salen las palabras. Me sereno un poco y comento que me han admitido en la Universidad de Madrid.

-Enhorabuena, mi niña. Sabía que entrarías.

-Gracias, Tata. Yo la verdad es que no las tenía todas conmigo.

-¿Sabes una cosa? Te echaremos de menos.

-Yo también os echaré de menos.

Me acomodo un poco en el coche a la vez que pienso que siempre hay que ver la luz al final del túnel, y es lo que me está pasando a mí. Estoy triste por lo de mi padre, es cierto, pero soy feliz porque, a partir de septiembre, voy a cumplir uno de mis sueños.

Acerca de Elena Ramos.

Estudiante amante de la lectura y la escritura.
Esta entrada fue publicada en Pequeñas cosas y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario